Una bandeja de bocadillos de presentación apetitosa y sabores desafiantes es el libro de cuentos de Erika Rivera. Canapés narrativos para ocasiones distintas, pues cada uno de los dieciséis relatos que nos ofrece tiene su propio sello y sabor, bien aderezado por la autora, que dispone de un amplio repertorio de ingredientes literarios y sabe elegir, con acierto, aquellos que logran combinaciones para relamerse la boca. El resultado cautiva el paladar de un público lector aficionado a saborear historias en donde las transgresiones sociales se deslizan con sutileza; en donde los afectos humanos del futuro utópico y el distópico son los mismos en los que nos reconocemos como humanidad; en donde el chisme tiene valor educativo y el terror brota de las  entrañas de la inocencia y también de un mandato instintivo.

En Mantequilla, champaña y otros antojos para fiestas, funerales y fantasmas, Erika, mediante las imágenes nítidas que apelan a todos los sentidos y a las cuales nos tiene acostumbradas, una vez más nos hace partícipes sensoriales de sus relatos.

Cada uno de estos cuentos es un bocadillo que se cata, se goza y, de inmediato, se quiere paladear el siguiente.